ILUSION Y SUICIDIO

Todas las religiones proclaman que el ser humano está constituido por el organismo material y por el alma, y que el alma sobrevive a la muerte del cuerpo físico, por que es ETERNA.
El Espiritismo, o sea la Tercera Revelación, nos lo prueba feacientemente.
En todos los pueblos de la tierra, surgen constantemente médiums a través de los cuales se manifiestan Espíritus que se esfuerzan por darnos maravillosas enseñanzas sobre la vida en el mundo espiritual, probándonos, sin dar lugar a dudas, la supervivencia del alma.

viernes, 13 de enero de 2012

SUICIDIO (médiun- Francisco Candido Xavier)

En el suicidio intencional, sin los atenuantes de la enfermedad o de la ignorancia, se debe considerar no solamente el problema de la infracción a las Leyes Divinas, sino también el acto de violencia que el ser humano comete contra si mismo, a través de la pre- meditación más profunda y del mayor remordimiento.

Atormentada por el dolor, la conciencia despierta en el nivel de sombra al que se precipitó y debe soportar compulsivamente las compañías que eligió para si misma, durante el tiempo indispensable para la
adecuada renovación.

Sin embargo, los resultados no se circunscriben a los fenómenos del sufrimiento íntimo, porque surgen los desequilibrios consecuentes en las sinergias del cuerpo espiritual, con necesidades de reparación en existencias próximas.

Es así que luego de un determinado tiempo de reeducación en la regiones fronterizas a la Tierra, los suicidas son habitualmente conducidos otra vez a la internación en el medio carnal, en un régimen de hospitalización dentro de la celda del cuerpo, que refleja sus penurias y angustias en forma de enfermedades e inhibiciones.

Fácil nos será entonces identificarlos en la cuna donde vuelven a la vida, sugiriendo la expiación en la que se resguardan.

Los que se envenenaron, según los tóxicos de que se valieron, renacen con afecciones valvulares, malestares del aparato digestivo, enfermedades de la sangre y disfunciones endocrinas tanto como otros males de etiología imprecisa; los que incendiaron su propia carne padecen los ardores de la ictiosis o el pénfigo; los que se asfixiaron, sea en el lecho de las aguas o con las emanaciones de gas, muestran procesos mórbidos de las vías respiratorias, como en el caso del enfisema o los quistes pulmonares; los que se han ahorcado son portadores de dolorosos disturbios del sistema nervioso, como las neoplasias diversas y la parálisis cerebral infantil; los que se destrozaron el cráneo o entregaron su propia cabeza a las ruedas destructoras, experimentan desarmonías de la misma especie, en especial las que se relacionan con el cretinismo, mientras que los que se arrojaron desde gran altura reaparecen como portadores de los padecimientos de la distrofia muscular progresiva o de la osteítis difusa.

Según fuera el tipo de suicidio, directo o indirecto, surgen las distonías orgánicas derivadas, que corresponden a diversas calamidades congénitas, incluso la mutilación o el cáncer, la sordera, la mudez, la ceguera y la locura, que representan la terapia providencial para la cura del alma.

Junto a tales cuadros de prueba regeneradora, funciona la ciencia médica como misionera de la redención, que consigue ayudar y mejorar a los enfermos, de conformidad con los créditos morales que alcanzaron o según el merecimiento de que dispongan.

Cuida pues la existencia como un don inefable, porque tu cuerpo siempre es un instrumento divino, para que en él aprendas a crecer hacia la luz y a vivir para el amor, en relación con la gloria de Dios.

Emmanuel (del libro Religión de los Espíritus.)















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