ILUSION Y SUICIDIO

Todas las religiones proclaman que el ser humano está constituido por el organismo material y por el alma, y que el alma sobrevive a la muerte del cuerpo físico, por que es ETERNA.
El Espiritismo, o sea la Tercera Revelación, nos lo prueba feacientemente.
En todos los pueblos de la tierra, surgen constantemente médiums a través de los cuales se manifiestan Espíritus que se esfuerzan por darnos maravillosas enseñanzas sobre la vida en el mundo espiritual, probándonos, sin dar lugar a dudas, la supervivencia del alma.

jueves, 16 de febrero de 2012

EL SUICIDIO (del Evangelio Según el Espiritismo)


La incredulidad, la simple duda acerca del porvenir, las ideas materialistas, en una palabra, son los grandes excitantes para el suicidio: engendran la cobardía moral. Y cuando se ven hombres de ciencia apoyarse en la autoridad de su saber para esforzarse en probar a sus oyentes o a sus lectores que nada tienen que esperar después de la muerte, ¿no equivale conducirles a esta consecuencia, es a saber: que si son infelices, nada pueden hacer mejor que matarse? ¿Que podrían decirles que les desviara de esa idea? ¿Que compensación pueden ofrecerles? ¿Que esperanza pueden darles? Nada absolutamente sino la nada es el solo remedio heroico, la sola perspectiva, más vale caer en ella enseguida que más tarde y sufrir de este modo menos tiempo.

No siendo permitida la duda con el Espiritismo, el aspecto de la vida cambia; el creyente sabe que la vida se prolonga indefinidamente más allá de la tumba, pero en diferentes condiciones; de aquí nace la paciencia y la resignación, que naturalmente desvían el pensamiento del suicidio; en una palabra de aquí viene el valor moral.

El Espiritismo produce aún, bajo este concepto, otro resultado también muy positivo y quizás más concluyente. Nos presenta a los mismos suicidas que vienen a decirnos su infeliz posición, y a probarnos que nadie viola impunemente la ley de Dios que prohíbe al hombre abreviar su vida. Entre los suicidas los hay cuyos sufrimientos, aunque temporales y no eternos, no son menos terribles, y de tal naturaleza, que hacen reflexionar a cualquiera que intentara irse de la tierra antes que Dios lo disponga. El espírita, pues, como contrapeso para la idea del suicidio, muchos motivos; la certeza de una vida futura en la que sabe que será tanto más feliz cuanto más infeliz y más resignado haya sido en la tierra; la certeza de que, abreviando su vida, justamente obtiene un resultado enteramente diferente del que esperaba; que ha salido de un mal, para caer en otro peor, más largo y más terrible; que se engaña si se cree que matándose irá más pronto al cielo; que el suicidio es un obstáculo para reunirse en el otro mundo con los seres de su afecto a quienes esperaba encontrar allí; de donde se sigue la consecuencia de que el suicidio, no prometiendo otra cosa que desengaños, va contra sus propios intereses. Así es que el número de suicidios evitados por el Espiritismo, es considerable, y se puede asegurar que, cundo todos los hombres sean concientes de estas verdades, no habrá más suicidio consciente. Comparando pues, los resultados de las doctrinas materialistas y espiritista, bajo el solo punto de vista del suicidio, hallaremos que la lógica de la una conduce a él, mientras que la lógica de la otra lo evita; lo que es confirmado por la experiencia.

viernes, 13 de enero de 2012

SUICIDIO (médiun- Francisco Candido Xavier)

En el suicidio intencional, sin los atenuantes de la enfermedad o de la ignorancia, se debe considerar no solamente el problema de la infracción a las Leyes Divinas, sino también el acto de violencia que el ser humano comete contra si mismo, a través de la pre- meditación más profunda y del mayor remordimiento.

Atormentada por el dolor, la conciencia despierta en el nivel de sombra al que se precipitó y debe soportar compulsivamente las compañías que eligió para si misma, durante el tiempo indispensable para la
adecuada renovación.

Sin embargo, los resultados no se circunscriben a los fenómenos del sufrimiento íntimo, porque surgen los desequilibrios consecuentes en las sinergias del cuerpo espiritual, con necesidades de reparación en existencias próximas.

Es así que luego de un determinado tiempo de reeducación en la regiones fronterizas a la Tierra, los suicidas son habitualmente conducidos otra vez a la internación en el medio carnal, en un régimen de hospitalización dentro de la celda del cuerpo, que refleja sus penurias y angustias en forma de enfermedades e inhibiciones.

Fácil nos será entonces identificarlos en la cuna donde vuelven a la vida, sugiriendo la expiación en la que se resguardan.

Los que se envenenaron, según los tóxicos de que se valieron, renacen con afecciones valvulares, malestares del aparato digestivo, enfermedades de la sangre y disfunciones endocrinas tanto como otros males de etiología imprecisa; los que incendiaron su propia carne padecen los ardores de la ictiosis o el pénfigo; los que se asfixiaron, sea en el lecho de las aguas o con las emanaciones de gas, muestran procesos mórbidos de las vías respiratorias, como en el caso del enfisema o los quistes pulmonares; los que se han ahorcado son portadores de dolorosos disturbios del sistema nervioso, como las neoplasias diversas y la parálisis cerebral infantil; los que se destrozaron el cráneo o entregaron su propia cabeza a las ruedas destructoras, experimentan desarmonías de la misma especie, en especial las que se relacionan con el cretinismo, mientras que los que se arrojaron desde gran altura reaparecen como portadores de los padecimientos de la distrofia muscular progresiva o de la osteítis difusa.

Según fuera el tipo de suicidio, directo o indirecto, surgen las distonías orgánicas derivadas, que corresponden a diversas calamidades congénitas, incluso la mutilación o el cáncer, la sordera, la mudez, la ceguera y la locura, que representan la terapia providencial para la cura del alma.

Junto a tales cuadros de prueba regeneradora, funciona la ciencia médica como misionera de la redención, que consigue ayudar y mejorar a los enfermos, de conformidad con los créditos morales que alcanzaron o según el merecimiento de que dispongan.

Cuida pues la existencia como un don inefable, porque tu cuerpo siempre es un instrumento divino, para que en él aprendas a crecer hacia la luz y a vivir para el amor, en relación con la gloria de Dios.

Emmanuel (del libro Religión de los Espíritus.)